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jueves, 25 de marzo de 2010

jueves, 18 de marzo de 2010



"porque el ayer es nunca y el mañana, mañana"

Ella

Cuando todo se puso gris lloró. El cielo. Ella también lloró, pero después, cuando estaba celeste y con pocas nubes. Ella lo único que buscaba para su vida era paz, pensaba por momentos que sólo la encontraría en el paraíso (ese que le vendieron en sus clases de catequesis) Pensó en conocerlo antes que nadie, pero después pensó bien y no, quería encontrar esa calma del alma en su lugar, en su vida. Pasaron otoños, muchos otoños, ella seguía buscando esa esencia que sabía que la completaría y se convertiría en alguien feliz, su único propósito. Esa paz que muchos encuentran al poco tiempo de nacer, otros no tienen esa suerte y viven apurados sin momentos para pensar en sí mismos ni así tampoco para disfrutar de un mate tibio con alguna compañía. Ella sufrió lo segundo, no sé bien si lo primero se sufre también, pero puedo asegurar que lo segundo sí. Pensar en el futuro siempre, nunca sentir el presente, ese presente que no existe, es tan rápido como la arena en sus manos, pero está. Ella nunca sintió. Vivía, sí, pero sin propósitos, apurada, buscando eso entre hojas secas y mates fríos. Sola. Algunas veces optaba por salir a observar, pocas, pero lo hacía. Se sentaba en una vereda y miraba los zapatos de la gente. Ahí entendió por qué disfrutar se hacía tan complicado para el resto. No se dio cuenta que todos ellos eran como ella, nunca lo supo. El resto es tan igual como uno. Una mañana de primavera, ella sintió. Escuchó los pájaros cantar en los árboles, escuchó las flores, las hormigas, sintió ese olor a septiembre, a pasto, a vida. Ese día, sintió. Sintió sin tiempo, pasaron horas hasta que el cielo comience su ritual, ese que ella había visto muchas veces. El resto también lo vio. Lloró un rato largo, ella volvió a su vida. Sin sentido. El llanto del cielo duró poco, cuando acabó, el cielo fue hermoso otra vez. La primavera siempre tuvo sus vueltas. Ella no lo sabía con certeza. Fue allí, el instante más hermoso y quizás más triste de su vida cuando dio cuenta del tiempo que había perdido preocupándose en el tiempo, allí fue cuando ella llovió, más que nunca, gritaba palabras odiosas, perturbantes. Cada segundo que pasaba el sol se asomaba más y ella no. Se escondía de aquello que había buscado tanto tiempo y encontrado hacía un par de gotas. Las flores crecían rápidamente, el pasto se secó de aquel llanto. Ella no. Corrió hacia la planta de alelíes, derramó su vida en ellas, sintió aquellos olores, cerrando los ojos y respirando profundo, como un suspiro, que nunca fue.